Cristianismo, de secta a religión de Estado

Concilio de Nicea

Concilio de Nicea

Hoy en día hay millones de cristianos en todo el mundo, algo que no se podían imaginar aquellos primeros cristianos liderados por Santiago, quienes eran pieza básica en la conocida como asamblea de Jerusalén, la cual era citada en el libro de Hechos de los Apóstoles de las Santas escrituras. Su fin era seguir las enseñanzas que les había dado Jesús, las cuales, tras su sacrificio de expiación se convirtieron en el eje vertebrador de la cristiandad.

Se les dijo que pronto llegaría el Reino de Dios en la Tierra, pero éste no llegaba y los grupos cristianos tuvieron que organizarse y comenzar a extenderse para llevar allá donde fueran la palabra de Jesús. Hasta el año 305, fecha de su abdicación como emperador, Diocleciano, ordenó que las iglesias fuesen incendiadas, los que profesasen la religión cristiana fueran perseguidos y sus bienes confiscados, cosa que cambió con su sucesor en el puesto, Constantino I, quien legaliza el cristianismo mediante el Edicto de Milán en el año 313.

En el año 325 se celebró el Concilio de Nicea, donde el emperador Constantino tomó parte para poder dirimir el conflicto eclesiástico reinante en aquellos momentos. En aquel acto participaron más de 300 representantes de la iglesia y la finalidad era la de conseguir una paz religiosa que pudiera estabilizar el Imperio. Después de largas jornadas de debates se llegó al acuerdo de que Jesús y Dios representaban a la misma entidad. Se firmaba el acuerdo entre todos los eclesiásticos presentes con lo que se daban fin a las persecuciones de los cristianos.

Para la cristiandad las cosas fueron a mejor porque en el año 380, el emperador romano de Oriente, Teodosio, firmó en presencia del emperador romano de Occidente, Valentiniano, y su co-gobernante Graciano, un decreto con el que se declaraba al cristianismo como religión del Estado y decretó castigo a aquellas personas que practicasen cultos paganos, lo que se denominó como decreto “Cunctos populos”, dando un papel de gran importancia al cristianismo desde aquel momento.

En este decreto se leía: “Todos los pueblos, sobre los que lideramos un suave y mesurado regimiento, deberán adoptar la religión que el divino apóstol Pedro hizo llegar a los romanos, que profesa el pontífice de Damasco así como el Obispo Pedro de Alejandría. Eso significa, que según la sabiduría apostólica y la doctrina evangélica creemos en la igualdad majestuosa y santa trinidad de la divinidad integrada por Dios Padre, Dios Hijo y Espíritu Santo. Sólo quienes obedezcan este decreto podrán ser llamados cristianos católicos. Los restantes a quienes declaramos dementes y locos, tienen la vergüenza de seguir la doctrina hereje. Sus lugares de reunión no podrán ser considerados templos”. De esta forma, el cristianismo pasó de ser una pequeña secta a ser considerada como una religión de Estado.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *