Vlad Tepes (La leyenda del conde Drácula)

Vlad Tepes

Vlad Tepes

Posiblemente el nombre de Vlad Tepes no le suene a todo el mundo pero si decimos Drácula, seguro que a nadie se le escapa la imagen del más clásico de todos los vampiros de la historia. Realmente se trataba de un príncipe valaco dotado de unos hipnóticos y grandes ojos verdes, cabello largo y ondulado de color negro y una gran altura, haciendo de ésta, una persona que imponía con su presencia.

Entre los muchos apodos con el que se conoció a Vlad Tepes, además de Drácula, destacaba “El Empalador” dado que atravesaba a todos sus enemigos con un palo desde el coxis hasta la nuca. Tampoco tenía piedad con quien considerase culpable de haber hecho algún delito, sin importar si eran personas mayores, mujeres, niños, nobles o plebeyos, siendo temido por todo el mundo.

El nombre de Drácula, en rumano “hijo de Dracul”, proviene de la palabra “draco” (dragón), el cual era el emblema de la casa familiar, debido a que su padre, Vlad II pertenecía a la Orden del Dragón, fundada en el siglo XV para luchar contra las invasiones turcas. Aunque hay que destacar que en rumano, “drac” quiere decir diablo, lo que alimenta más la leyenda.

A pesar de todas las atrocidades que cometió en vida, nunca se le asoció con el mito del vampiro, para ello hay que remontarse mucho más adelante en el tiempo, en el siglo XX, cuando el escritor Bram Stoker le convertiría en el protagonista de su novela titulada Drácula. ¿Por qué eligió este escritor a este personaje?

Se dice que una pariente lejana de Vlad Tepes llamada Elizabeth Bathóry y que vivió en el siglo XVII, se ganó el apodo de “la condesa sangrienta” dado que, según cuentan, estaba acostumbrada a degollar a mujeres vírgenes para así bañarse en su sangre, creyendo que esto prolongaría su vida y juventud eternamente, hechos que pudieron influir en la decisión del escritor de hacer de esta familia algo digno de recordar, a pesar de sus atrocidades.

Stoker situó la novela en la zona de los Cárpatos, en la rumana Transilvania, uno de los territorios que durante la Edad Media vivió una verdadera ola de superchería donde la gente pensaba que existían seres capaces de chuparles la sangre hasta acabar con su vida. En aquel tiempo se llamaba a estos seres sanguisua y se cree que gracias a ellos se dispararon las epidemias y enfermedades desconocidas que azotaron Europa del Este entre los siglos XVI y XVIII. Todos los afectados sufrían fiebres altísimas, se volvían pálidos, languidecían entre terribles espasmos, echaban espumarajos por la boca y finalmente morían.

Ante esta situación, los habitantes de las zonas rurales principalmente, comenzaron a usar una serie de remedios caseros contra esta clase de seres como ristras de ajos alrededor del cuello, afiladas estacas para clavárselas en el corazón y espadas en forma de cruz clavadas en las tumbas, remedios que hoy en día siguen en nuestro subconsciente.

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